Los gritos hacia los niños, hoy en día no están vistos como una forma de violencia hacia ellos. La mayoría de padres y madres alguna vez han gritado a sus hijos, y eso hace que sea frecuente y una forma habitual para ellos, pero, sin embargo, debemos saber que gritar a los niños daña su autoestima.
Como buenos padres, que tenemos como objetivo sembrar de una forma positiva a nuestros hijos con una buena personalidad sólida, deberíamos tener un autocontrol con la forma de mostrarse hacia ellos a base de gritos y levantándoles la voz, por que eso a la larga causa una huella psicológica irreversible que luego no se puede borrar tan fácilmente con un beso o con un abrazo.
Los gritos, las amenazas y los chantajes son manifestaciones de maltrato, aun que nos cueste verlo. Por este modo, los adultos y padres somos los que tenemos que encontrar y poner en practica todas aquellas herramientas para no perder el control, y sobre todo controlar la ira y no explotar en situaciones que creemos que nos superan.
Y es lógico, que, al ser padres, vivimos situaciones en las cuales nos agobian o nos ponen a nuestro limite de paciencia. Solo os debéis de preguntar una pregunta, y es ¿queréis que vuestros hijos os vean mostrando vuestra ira?
Lo peor de todo es que cuando gritas, por más que quieras y pidas perdón, no puedes dar marcha atrás y volver a estar como antes, porque el daño ya está hecho y no se puede remediar tan fácilmente, ya que gritar a los niños daña su autoestima.
Mucha gente piensa “no pasa nada por gritarles dos veces”, pero en realidad si pasa, ya que está comprobado científicamente que gritar a los niños daña su autoestima, aunque sean solo un par de gritos.
COMPROBACIÓN CIENTÍFICA
La Universidad de Pittsburgh y la Universidad de Michigan se han unido para realizar un estudio conjunto, en el que han hecho un seguimiento de casi mil familias, compuestas por dos padres e hijos de entre 13 y 14 años, y su comportamiento de ellas en conjunto.
En este estudio podemos ver que el 45% de las madres y el 42% de los padres han admitido que han gritado alguna vez a sus hijos. Los investigadores, pudieron comprobar que los efectos de esta violencia se reflejaban en los niños, y habían encontrado que habían desarrollado varios problemas de conducta comparado con los niños que no habían recibido gritos en su educación.
Por lo tanto, sabiendo las consecuencias que traen los gritos en la educación de los niños, hay que replantearse poder controlar esta ira. Nadie dijo que fuera fácil, especialmente cuando es un gesto automático e incontrolable, pero nunca es tarde para modificar y cambiar estas conductas que reconocemos que dañan a nuestros hijos.
Cuando veáis que vais a explotar y que vuestra ira no se va a controlar, debéis de deteneros.
Es muy importante reconocer la ira para poder frenarla y controlarla. Seguidamente debéis de descargar vuestra frustración de otra forma que no sean los gritos, como por ejemplo practicando ejercicios relajantes.
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